La expresión «Cuando tus sueños son más fuertes que tus miedos» la leí recientemente navegando por internet. Creo que podría aplicarse a casi cualquier ámbito de la vida. Toda persona tiene unas vivencias personales e intransferibles, que solo mediando la empatía, nuestra capacidad para ponernos en el lugar del otro, podemos llegar a entrever o intuir, ya que aún así, estarán siempre mediatizadas por nuestras propias experiencias.
Con lo dicho, no puedo más que exponer mis propios miedos y temores. Explicar cómo han actuado de freno a lo largo de los años, retrasando o inhibiendo la toma de decisiones en algunos aspectos de mi vida. Con probabilidad, al leer estas líneas, cada lector evocará algún momento de su vida en que decidió no hacer algo por el temor a alguna consecuencia negativa, bien sea esta de ámbito económico o bien de integridad física. Ello no quita que la prudencia ha de estar siempre presente. De sabios es valorar las causas que pueden llevarnos al fracaso de nuestros proyectos, considerando la opción de emprender el viaje o abandonarlo a tiempo.
Estas reflexiones aparecen en este blog por estar muy relacionadas con mis temores respecto al vuelo en ultraligeros. Desde muy joven, en la escuela primaria, ya me aficioné a la aeronáutica, el aeromodelismo se convirtió en una afición que cultivé durante años, desde los primeros planeadores lanzados a mano, hasta el radiocontrol de aviones con motores de explosión. Con la aparición de los ordenadores y los simuladores de vuelo mi afición se dirigió más hacia la simulación. Qué lejos queda aquel Flight Simulator 4.0!
En el club de aeromodelismo del que era socio se compartía campo de vuelo con el vuelo de ultraligeros. En aquellos momentos aparecían los de segunda generación. Ultraligeros de tubo y tela, con una apariencia ya de avioneta, aunque seguían predominando los Quick Silver. Nunca subí a ninguno. Mi temor a la altura, a la sensación que vivía al asomarme a un precipicio me lo impedía. El día que el mecánico del campo realizó las pruebas de vuelo con un ultraligero de segunda generación, avión que nos había mostrado antes en el hangar, pasó en el tramo de final, muy bajo sobre un campo de cereales dorados por la luz del atardecer, se me quedó grabada la imagen y el sonido del motor. Despertó el sueño de volar de verdad.
Pasarían muchos años. Siempre posponía la decisión de hacer el curso de formación para piloto. Encontraba justificación en las esquelas de compañeros de afición que habían dado el salto y que se publicaban en las revistas de la época. Consideraba que era más seguro obtener la de piloto privado, pero para esta ya me facilitaba suficientes razones mi economía. Así que durante años me dediqué a la simulación con las diferentes versiones de Flight Simulator. Además de ir equipando la cabina con nuevos periféricos, algunos de fabricación propia.
No hace muchos años, en una conversación, volvió a salir la opción de volar en ultraligeros y aprovechando el cumpleaños de un amigo también interesado adquirí dos bautismos en ULM. Había que probarlo. Ese mismo día quise repetir, ya no había marcha atrás. Pero aún así se posponía la decisión. Solo de vez en cuando repetía la experiencia, parecía que siempre tenía una excusa u otra para no liarme. Hasta que finalmente me dieron el empujón que necesitaba. Me desmontaban los argumentos uno tras otro. «La obtienes y luego ya verás si quieres seguir». «Así estos vuelos que haces ya te servirán». «Plantéatelo como una compra de 20 horas de vuelo»,.»yY veremos más tarde que opciones de avión tienes». Postergando mis temores y no mi deseos. Hoy soy consciente de que eran mis miedos los que no me permitían emprender la empresa.
Si tus sueños no se realizan, te persiguen de forma continuada en la misma medida en que nos escudamos en las excusas que nos generan los miedos. Solo funciona actuar contra ellos. Enfrentarse a la situación temida la relativiza, la minimiza haciendo posible que el sueño sea acto y los temores solo recuerdos. Sigue dándome mucho respeto volar, y así debe seguir siendo. Pero de eso ya hablaremos otro día.